Siempre
la festividad de N. M. Santa Clara la celebramos con mucha
solemnidad, además este año no fue menos por la clausura del 8º.
Centenario.
Como
todos los años antes de la fiesta hacemos una novena en honor a N.
M. Fundadora. En este año tampoco le faltó; cada día al final de
la novena cantamos las letras de N. M. Santa Clara con mucho fervor.
También como preparativo en estos días leímos el libro del
Ministro General, Rvdo. P. José Rodríguez Carballo. “Conoce tu
Vocación” (El diálogo con las Hermanas Clarisas). En ello pudimos
profundizar y conocer más nuestros orígenes.
El
día de la fiesta tuvimos la Eucaristía presidida por el Rvdo. P.
Fernando Hueso o.f.m. y cinco concelebrantes. Entre ellos
destacamos de modo particular a nuestro P. Visitador Episcopal Rvdo.
D. Joaquín Guillamón Alcón. También nos acompañaron muchos
fieles, bienhechores y amigos de la Comunidad.
P.
Fernando hizo una homilía muy sentida y provechosa y narró casi
toda la vida de Santa Clara, y dijo: tenemos que abrir el corazón
porque estamos celebrando la clausura del 800 años de la vida de las
Hermanas Pobres de Santa Clara.
Después
de la conversión de Francisco que fue un escándalo para todo el
pueblo, porque por el enfado de su padre, conducido al tribunal del
Obispo; lo condena a perder la herencia paterna. Entonces se despoja
de sus vestidos y exclama: “ya soy libre”. “No me queda otro
padre en la tierra, solo el que está en los cielos”. Y quiere
vivir una vida de penitencia y sin nada propio. Todo eso lo presenció
Clara de Favarone que era una doncella que pertenecía a una familia
noble y rica. Luego ella movida por el espíritu también quiere
seguir a Francisco.
Más
tarde de varios encuentros y entrevistas con Francisco; ellos escogen
una fecha es el Domingo de Ramos, para consagrarse al Señor. Ese día
Clara vestida con sus mejores galas recibe la palma de las manos del
Sr. Obispo y por la noche se fuga de su casa y cambia de vestido de
gala con un paño marrón. En ese momento se desposó con Cristo para
vivir una vida de penitencia. Inmediatamente Francisco la trasladó
al monasterio de Benedictinas de San Pablo de Bastía.
Cuando
la familia se entera de lo que ocurrió, se va a buscarla al convento
y con violencia pide que se vaya a casa. Entonces Clara descubre la
cabeza y agarrándose a los manteles del altar. En ese momento si
tocasen a ella la familia queda excomulgada; entonces ya la dejan en
paz y se marchan.
Clara
quería vivir sin nada propio, como Cristo pobre, ve que aquello no
era su vida. Luego Francisco la lleva a Santo Ángel de Panzo.
Tampoco no encontrará allí su ideal de vida. Y más tarde Francisco
la trasladó a la Iglesia de San Damián. Allí la sigue su hermana
Inés y muchas vírgenes ansiosas de vivir la nueva forma que inspira
Clara y Francisco. Hacían trabajo de labores, luego lo regalaban a
las Iglesias pobres y ellas vivían de la limosna y no querían nada
de rentas y terrenos. Por ello lucha toda su vida con los Papas por
el “Privilegio de la Pobreza”. Ante la insistencia de Clara, el
Papa Inocencio IV aprobará su Regla tres días antes de morir.
Después de
muerte de S. Francisco, Clara es la que mantuvo firme el mandato de
él, ella fue su fiel discípula que nos ayude a ser fieles en
nuestro camino.
Aparte
del coro que tenemos (entre nosotras y seglares) se nos ofreció un
grupo de la banda de la música para tocar. También las Hermanas
intervinieron en tocar el organo, monición de la entrada, en la
primera lectura, canto responsorial y Cantos de la celebración. Con
todo resultó muy solemne, como merecía la fiesta.
Al
finalizar la Eucaristía se dio a besar la reliquia N. M. Santa
Clara, mientras cantamos el himno. A continuación en el jardín del
claustro se ofreció un piscolabis; con lo que todos quedaron
contentos.
En alabanza de Cristo Amén.
Hermanas Clarisas de Almazora.
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